El oficio de no hablar




El oficio de no hablar

Joaquín Montería es mimo desde hace 12 años y lleva siete trabajando en Medellín. Aunque nació en Barranquilla se mueve de ciudad en ciudad alegrando a los colombianos con sus actos. Ha estado en Barranquilla, Cartagena, Cali, Bucaramanga y Medellín. Ha elegido vivir de un sueño.

Por Carolina Agudelo Malaver



Mascaritas es un mimo reparte sonrisas en las calles de Medellín. /Foto Carolina Agudelo Malaver. 



Su sonrisa de oreja a oreja te sorprende cuando llegas al semáforo y se asoma a tu ventana solo para hacerte pasar un buen rato mientras esperas la luz roja. Su cara muy blanca y expresiva es su herramienta de trabajo, al igual que un portafolio y su perro invisible que asombra a los peatones y motociclistas con su ladrido. Una bomba que atraviesa con un radio de bicicleta sin explotarla, también hace parte de su espectáculo. Este artista de la pantomima se hace llamar Mascaritas.

Trabaja en uno de los semáforos de la calle 10 junto al reconocido restaurante Mondongos, en el sector de El Poblado, donde se encuentra todos los días desde las siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Joaquín es cabeza de familia y vive con su “prometida” y sus hijastros, a los que mantiene y educa como si fueran sus propios hijos.

Mascaritas no es un mendigo ni un rebuscador común, es un artista de la calle. No pudo continuar con sus estudios debido a la falta de dinero en su familia, al igual que ocurre con muchas personas en Colombia. “Mis estudios los hice hasta quinto de primaria porque no pude seguir estudiando por problemas en la casa, entonces me tocó salir y empezar a sobrevivir por mi mismo”, cuenta Joaquín.

Su amor por la pantomima viene desde temprana edad. Recuerda que hace varios años presentaban un programa llamado La Brújula Mágica, que tenía como protagonista a un mimo a quien él admiraba mucho y así nació el deseo de convertirse en este personaje.

Su disfraz es diferente al de la mayoría de los mimos que conocemos. “Pienso que el atuendo debe ser colorido, porque la mayoría de los mimos andan en plan muy negro y me gusta cambiar un poquito para que sea más expresivo”. Joaquín es un artista en múltiples aspectos, él mismo dibuja sus diseños y los manda hacer a su estilo, lo cual le da un toque personal y único.

La práctica hace al maestro

Este mimo refleja amor y gusto por lo que hace. El empeño que pone, su buena energía y disposición con la gente, deja ver más acerca de la persona detrás del maquillaje. “Nunca tuve un mentor, yo solo aprendí todo y me fui poniendo mis metas”.

La pantomima no es solo su trabajo, es su vida. Mascaritas dedica todo su tiempo, incluyendo sus horas libres para ensayar frente a un gran espejo de cuerpo entero y así perfeccionar cada acto. “Estoy tan metido en mi cuento que hasta despintado estoy trabajando. Soy una persona hiperactiva y me gusta practicar nuevos trucos y hacer reír a la gente”.

El mayor ídolo de Joaquín fue Marcel Marceau, mimo y actor francés
(1923-2007). “Tuve la oportunidad de verlo actuar en Cartagena hace algunos años. Sus presentaciones dejaron al público encantado”, recuerda Mascaritas

Su oficio es lo que lo motiva a salir adelante, es algo que lo divierte y lo impulsa a soñar. Entre sus metas esta llegar a convertirse en un gran mimo y ser admirado por muchas personas como artista. También anhela tener los medios para fundar su propia academia y así poder enseñar a otros este arte. “Esto es un don que mi Diosito me regaló y estoy muy agradecido por esto”.

La mayoría de las personas reaccionan de buena manera al ver sus actos, observarlo mientras trabaja es muy entretenido. Joaquín es una persona llena de vida, es muy alegre y amable con todos, incluso con los que lo rechazan cuando está tratando de buscarles el lado para hacerlos reír.

Entre muchas de sus experiencias, Joaquín dice que el mejor recuerdo que tiene desde que ejerce este trabajo es el día en el que conoció a su mujer. “La conocí en Cartagena mientras hacia una de mis presentaciones y fue amor a primera vista”.

Aunque ahora su espectáculo es individual, no siempre fue así. Joaquín cuenta que alguna vez tuvo un pupilo. “Hace unos años en Barranquilla tuve un aprendiz con el que luego salí a trabajar, con el tiempo se volvió muy bueno y el man desde eso vive muy agradecido conmigo por ayudarlo a convertirse en mimo”.

Al preguntarle si le gustaría desempeñarse como mimo de una manera más formal, es decir, con un salario, o estar vinculado a una empresa, Joaquín dice muy modesto que esta posibilidad como muchas otras en su vida nunca se le ha presentado. Lo más importante para este mimo es hacer reír a la gente y hacer que se diviertan con lo que hace.

Mascaritas es la prueba viviente de que todo en la vida es de actitud. Se nace poeta como se nace garetas”, asegura. Para personajes como éste, el amor al arte basta para convertirse en un artista. En una sociedad carente de oportunidades salir de la miseria y encontrar un oficio digno es satisfactorio. Muchas personas con mayores posibilidades económicas son infelices e inconformes con su vida porque no aprecian lo que hacen, no lo disfrutan y viven frustrados.

Este artista de la calle cautiva con la misma fuerza con que soñadores de todas las épocas, países y culturas han logrado sorprender a sus contemporáneos. Afortunadamente todavía existen personas que le apuestan a cumplir un sueño y logran vivir de la exaltación de las cosas bellas que valen la pena en la vida.

Es poca la gente que transmite una energía tan agradable. Joaquín es un amante de la vida que sin importar cuanto tenga en su bolsillo es feliz y lo expresa. Considera que el dinero que obtiene es suficiente recompensa, con una sonrisa, dice: “Me va bien”.






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